Adriana Lestido

La mujer que quiso ser espejo

Por Daniel Merle

El próximo martes, la fotógrafa Adriana Lestido, una de las más distinguidas en las últimas décadas en el país por la agudeza y sensibilidad de su obra, inaugura una retrospectiva de sus casi 30 años de trabajo. En esta nota, dice que la vanidad es enemiga de la creación y que su búsqueda fundamental es “mirar”.

La cara de Adriana Lestido es muy parecida a la de un felino. Grandes ojos, boca mínima, expresión inescrutable. El pelo largo y negro, apenas rizado, enmarca y refuerza la mirada de esta fotógrafa, tal vez la más importante de las últimas décadas en la Argentina. Sus credenciales son impresionantes: beca Guggenheim en 1995, beca Hasselblad Foundation en 1991, premio Mother Jones Foundation en 1997, premio Konex en 2002. Estos son los hitos en una carrera que comenzó en 1982 y que ahora reúne en una muestra retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta.

Sus libros Mujeres presas y Madres e hijas, por citar dos de sus obras más conocidas, expresan su habilidad para registrar la trama invisible que une la vida de las personas sometidas a circunstancias extremas. De la cara de la madre presa llorando el día en que se separa de su hija de dos años al placido retrato de Marta y Nana en Madres e hijas; estos son los contrapuntos emocionales en los que Adriana desarrolla su talento para mostrar lo que no es evidente a los ojos.

La extensa obra de Lestido puede expresarse en pocas palabras: mujer, dolor, amor, inocencia, separación. Un enorme fresco de la intimidad, fragmentado en historias mínimas, casi imperceptibles, salvo para la persistente mirada de esta mujer de 53 años que quiere entender que cosas la obsesionaron para averiguar cómo sigue su búsqueda fundamental: mirar.

Una tarde de sábado, poco antes de inaugurar la muestra, contesto las preguntas de LNR.

- ..¿Por qué esta muestra ahora? ¿Una retrospectiva no debería hacerse como resumen de toda una vida de fotografiar?

- Hago esta muestra para entender qué es lo que estuve mirando. Quise llegar a la raíz de mi forma de mirar. Tenerlo todo junto, verlo desde el principio, ha sido una experiencia muy intensa. Yo miro para intentar comprender.

- ¿Y qué es lo que ves?

- Lo que veo está ahí, en la muestra. El título fue tomado de un párrafo de la novela de Sara Gallardo Eisejuaz: para mí resume todo. Lo que yo diga agrega poco. Quería descubrir cuál es la trama, el hilo conductor de todo mi trabajo. Cuál es, quizás, el sentido de mi vida.

- Hay en tus fotos una gran preocupación por la mujer. En Lo que se ve, el único trabajo donde el sujeto es un hombre es en la serie Amor.

- No creo que tenga una especial predilección por el tema de la mujer. Tal vez los vínculos sean más fuertes en las mujeres. Mis últimas fotos están orientadas al amor, sobre todo cuando el amor termina. Si hay un eje en mi trabajo, es la separación. Por eso agregué ese poema de Salinas que dice “vivir, desde el principio, es separarse”. Todo el tiempo se afronta la separación.

- ¿Y cuál es la conclusión a la que llegás?

- Paradójicamente, lo que más me importa es descubrir cuál es la conexión entre las personas. Lo que me interesa, al mirar, es desaparecer. Quiero ser un espejo de lo que veo.

- ¿Cuáles fueron las primeras imágenes que determinaron tu carrera?

- Lo primero que aparece es una imagen en la que estoy con mi madre. Un día de sol cuando tenía tres años. Una alegría perdida.

- ¿Es un recuerdo o una foto?

- En un sentido, los recuerdos son fotos también, son imágenes. Yo pienso que las fotos cambian tanto como los recuerdos.

- Una retrospectiva es un modo de ajustar cuentas con el pasado. ¿Qué viene después?

- Tal vez se despeje el camino hacia el cine. Empecé estudiando cine. Pero a mí me gusta ser la observadora solitaria, no depender de nadie. Estar sola con la cámara, ser casi invisible. Aunque el cine me atrae y tal vez haga algo en el futuro.

- ¿Siguen intactas tus ganas de fotografiar?

- La creación no pasa por el hacer. Para mí, la mejor manera de vivir es en estado creativo, y ese estado puede lograrse tal vez con sólo mirar, o meditar. Ojalá en algún momento sólo mire.

- ¿Sos una artista sin vanidad?

- Creo tener una actitud artística, pero no me parece que esté unida a la vanidad. La vanidad es enemiga de la creación. Los artistas que más admiro no son los vanidosos. Nada es de nadie. Las cosas están ahí y uno las toma. Las creaciones deberían ser anónimas, el autor olvidado. No tengo gran necesidad de figuración.

- Pero también tenés que ganarte la vida.

- Puedo no tener para el colectivo. Pero cuando necesito dinero, de algún lado sale. No me preocupa. Cada tanto hago algunos reportajes para Vu, en París. Quisiera poder vivir de mis fotos. No hacer cosas por encargo. Pero estar en el ambiente del arte implica una energía y un trabajo que no me interesan. No tengo galerista. Encuentro gente que se interesa por mi trabajo, lo valora y lo compra. No quiero trabajar para el mercado. Respecto del periodismo, le tengo gran cariño. Me formé haciendo fotos de prensa.

- La fotografía está de moda. ¿Cualquier fotógrafo puede llamarse a sí mismo artista?

- Uno puede llamarse a sí mismo como quiera, de ahí a ser un artista… sólo el tiempo lo puede decir. Yo pienso que un fotógrafo puede hacer una pieza de arte. Pero la fotografía tiene que ver con algo “que pasó”. Un artista que trabaja con fotografía puede hacer cosas muy valiosas, pero para captar la esencia de un momento hay que ser fotógrafo. La fotografía es efímera. Es algo mágico. Involucra una actitud física. Fusionarse con lo que sucede frente a la cámara.

- Si el ideal fuera ver sin intermediario, ¿no deberías dejar la cámara?

- La imagen debe ser algo más que lo consciente. Me guío por la intuición. Tengo una idea previa acerca de un tema que estoy tratando. Pero cuando fotografío intento olvidarme de mí. La escena es todo. Trato de no interferir, y al mismo tiempo mi presencia a veces induce otros rumbos en el conflicto que estoy retratando. No es gratuito mi pasar por la vida de las personas. Pero no podría fotografiar si mi presencia no fuera bien recibida. Me gusta compararme con la actitud de un gato, que acompaña (aunque puede ser molesto también), y estar por ahí, pasar casi inadvertida. En algunos casos le puedo pedir a alguien que está bajo una luz especial que se quede en el lugar por un momento más. O sugerir que miren a la cámara. Pero no más que eso. En cuanto a mi forma de mostrar, prefiero el libro o una muestra. Elijo fotografiar con una Leica porque es lo que menos interfiere en la mirada. Sería bueno trabajar con otro tipo de cámaras, pero no quiero sumar algo que interfiera en mi mirada. Si fuera posible crear imágenes sin la interacción de la cámara, sería ideal.

- ¿Cómo evitás el cliché en tus fotos?

- No lo evito. No creo en la búsqueda de la originalidad. Nadie inventa nada. Creer eso es vanidad. Todo está en la realidad que vemos. Uno debe llegar a un estado en el que se borra como persona. Mi cabeza tiene que callarse la boca. Tengo un punto de vista. Pero al mirar, soy sólo mirada. Antes y después de la toma, actúa mi punto de vista; al fotografiar, quiero fundirme con lo que miro.

- ¿Qué buscás despertar en el público?

Que se conecte con su propia creatividad. Bioy Casares decía que él reconocía a un buen escritor porque al leerlo le daban ganas de escribir. Eso busco mostrando mis fotos.

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